2. Esto tiene que cambiar

Todo cambio de rumbo definitivo tiene un momento clave, un punto de inflexión, una gota que termina de llenar el vaso colmándolo totalmente, un momento en el que te das cuenta definitivamente del problema, por fin abres los ojos y te ves como eres en realidad no como te creías que eras. Los demás te avisan de tu problema pero no sirve de nada, sencillamente tú no escuchas, lo único que quieres cuando alguien te da la paliza de que estás muy gordo y que deberías bajar no solo por estética sino fundamentalmente por salud, es que se calle, que esa voz deje de sonar en tus oídos, que te dejen en paz que tú no te metes con nadie.

Adelgazar sin hacer dietas

A nosotros no nos pasó pero normalmente ese estado físico te lleva a irte excluyendo socialmente, dejas de hacer cosas que te gustan por el complejo de lo gordo que estas, dejas de ir a la playa porque te da vergüenza que te vean, no quieres ir a comprar ropa porque te cuesta mucho encontrar tu talla, dejas de ir con amigos, no vas a actos sociales porque no entras en los trajes pero sobre todo no quieres que te vean cómo estás. La gente es muy cruel todos comentarán a tus espaldas lo gordo que estás y si son muy impertinentes lo harán incluso delante de tí.

De nada vale aconsejar a una persona que no te quiere oír, nadie escarmienta en cabeza ajena. Uno se tiene que dar cuenta por sí mismo en qué punto está, y que tiene que cambiar definitivamente, pero no porque se acerque el verano, tenga una fiesta o acto social cercano en el que quiera lucirse sino porque por fin te ves con los ojos correctos. Si llegas a este punto clave, estarás en disposición de traspasar la línea convirtiendo el proceso en algo definitivo y para siempre.

El punto de inflexión en el caso de Enrique sucedió un día después de un cumulo de señales que se fueron produciendo durante años y que no veía como que cada vez le cansaba más estar de pie, la ropa más holgada le quedaba para reventarla, roncaba cada vez más fuerte por lo gordo que estaba, etc. Un día se fue a abrochar un zapato en la calle y tuvo serias dificultades no solo porque la ropa no le dejaba agacharse sino porque la propia barriga se lo impedía, llegó a casa decidido a hacer algo que hacía mucho tiempo que no hacía, pesarse.

Llevaba demasiado tiempo, más de un año, sin hacerlo entonces cuando vio lo que marcaba la pesa se quedó asustado, se desnudó para reducir algo de peso pero no fue mucho lo que bajó, dejando el número definitivo en 130 kilos (286 libras). Calculó el índice de masa corporal y le dio un increíble 40.15 según la definición es ¡¡obesidad mórbida!! ¿Cómo había podido llegar hasta aquí?

Adelgazar sin hacer dietas

En el caso de Mila sin ser tan alarmante, las señales se producían en forma de gente que hacía tiempo que no veía le decía que estaba más gorda, la ropa que se compraba era cada vez más holgada incluso una camisa que se compró una vez que le quedaba bien descubrió al pagarla en el mostrador que era una prenda pre-mamá. El punto de inflexión se produjo una vez que se encontró unos pantalones que hacía mucho que no usaba en una caja perdida en el altillo del armario y fue decididamente a ponérselos cuando se estaba vistiendo para un acto social que tenía esa noche, porque le encantaba esa prenda y quería lucirla para estar guapa.

La ilusión se transformó en asombro y desesperación, no porque no le cupiera la prenda en cuestión sino porque ni siquiera le pasaba de las rodillas, Enrique que estaba sentado en la cama esperando para dar su opinión de cómo le quedaba se echó hacia atrás estallado de risa y Mila tuvo que ponerse otra prenda holgada que le entrara. Al día siguiente se pesó y la báscula marcó algo que la dejó asustada: 73 kilos (160 libras) con un índice de masa corporal de 28,5. Si no paraba la progresión, en unos años el problema pasaría de sobrepeso a obesidad, había que hacer algo y sin demora.

Nos sentamos, hablamos del problema que teníamos y decidimos arreglarlo. Una vez llegados hasta este punto ahora había que resolver el siguiente problema, no sabíamos cómo hacerlo, sabíamos que no podíamos acudir a las dietas típicas que habíamos hecho en el pasado y que nos había dado éxitos puntuales seguidos irremediablemente de posteriores fracasos, lo que se conoce como el efecto rebote de todas estas dietas YO-YO. Ya descubriríamos el camino a seguir pero el paso fundamental ya estaba hecho, habíamos tomado la firme determinación de cambiar el rumbo de nuestras vidas para siempre.

En las reuniones de alcohólicos anónimos, todos los que hablan siguen el mismo patrón que hemos visto en las películas infinidad de veces: Hola, me llamo  fulanito de tal y soy alcohólico, llevo 6 años tres meses y 17 días sin beber, y todo el mundo aplaude.

Analizando esta frase damos con varias teclas importantes, lo primero es que se reconoce como alcohólico, ve el problema y no lo elude ni se avergüenza de el, no dice yo era alcohólico y ya no lo soy, si lo viera de esa manera fracasaría porque como ya no es alcohólico pues entonces puede tomarse una copa como todo el mundo y entonces volvería a caer.

Trasladándolo a lo que nos ocupa, se trata de que veas que el cambio para que triunfes debe ser para siempre. Por eso fracasan las dietas porque te crees que es algo momentáneo, cuando bajas de peso piensas que otra vez puedes volver a comer como lo hacías antes, tienes que cambiar de hábitos, no durante un tiempo determinado sino para toda la vida. Cuando te das cuenta de este punto el proceso triunfará, se tornará irreversible y sin vuelta atrás.

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